Probablemente has visto la calcomanía de parachoques “COEXIST”. Cada letra está estilizada para representar un sistema de creencias diferente: la luna creciente y la estrella para el islam, la Estrella de David, el yin-yang y, finalmente, la cruz. En la superficie, parece inofensivo — incluso edificante. Si su mensaje simplemente es que las personas de diferentes orígenes deben ser tratadas con dignidad y respeto, los cristianos pueden estar de acuerdo. La Escritura nos llama a amar a nuestro prójimo.
Pero bajo la superficie se esconde una ideología sutil y engañosa — una que sugiere que todos los sistemas de creencias son caminos igualmente válidos hacia la verdad. Ese mensaje contradice las palabras explícitas de Jesucristo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6).
Muchos creyentes se opusieron en 1971 cuando John Lennon lanzó Imagine, una canción que sueña con un mundo sin cielo, sin infierno, sin países y “sin religión también”. Sin embargo, hoy muchos cristianos aceptan silenciosamente una cultura que trata todas las religiones como esencialmente iguales. Celebran cuando personas de otras religiones se refieren a Jesús como un gran maestro moral, pero olvidan que Jesús afirmó ser mucho más que eso.
C.S. Lewis escribió famosamente que las propias afirmaciones de Jesús dejan solo tres opciones: Fue un lunático, un mentiroso o el Señor.
Lewis advirtió:
“No vengamos con ninguna tontería condescendiente sobre que Él es un gran maestro humano. Él no nos dejó esa opción. No tenía la intención de hacerlo.”
El impulso cultural para fusionar todas las religiones en un sistema espiritual global armonioso no es accidental. Refleja una tendencia creciente e inconfundible hacia un gobierno mundial único y una espiritualidad mundial única — exactamente lo que la Escritura describe en los últimos días.
La marcha silenciosa hacia un gobierno mundial único
Algunos descartan hablar de un gobierno mundial como teoría conspirativa. Sin embargo, la Biblia advierte claramente que en los últimos días surgirá un único líder global, y la actividad económica — incluso comprar y vender — caerá bajo un control centralizado. El Anticristo se levantará en medio de la inestabilidad global, prometiendo unidad, seguridad y soluciones que la gente desesperada recibirá de buen grado.
Mira a tu alrededor: el escenario se está preparando.
- Las fronteras están cambiando — reforzadas en algunos lugares, colapsando en otros
Un sistema mundial único requiere movimiento sin fronteras de personas — pero estamos presenciando una paradoja. Algunos países están endureciendo más el control migratorio, mientras que la presión global empuja simultáneamente a otros hacia fronteras debilitadas. Esta tensión crea el ambiente perfecto para un futuro líder que afirme ofrecer “orden” global.
En Estados Unidos, el presidente Donald Trump restableció medidas agresivas de control fronterizo, incluyendo el cierre de partes de la frontera sur a la entrada ilegal y el fin de la liberación a gran escala de migrantes en el interior. Su administración ha tomado medidas para restablecer límites nacionales firmes, endureciendo las reglas de asilo y ampliando políticas destinadas a disuadir la migración masiva.
En toda Europa, las naciones están siguiendo el mismo camino. Los Países Bajos — experimentando una intensa presión por los aumentos migratorios — han restablecido controles fronterizos en sus cruces internos europeos. El gobierno neerlandés también ha introducido nuevos límites a permisos de asilo, endurecido las reglas de reunificación familiar y ampliado la capacidad de detención para indocumentados.
Movimientos similares están siendo discutidos o implementados en Italia, Alemania, Francia y varias naciones nórdicas.
A primera vista, esto podría parecer contrario a la idea de un mundo sin fronteras. Pero también puede servir como precursor de un control coordinado global — donde las naciones entregan soberanía a una autoridad centralizada en nombre de la seguridad, la estabilidad o la necesidad humanitaria.
- La eliminación del lenguaje y la identidad
La marcha hacia la unidad global no es solo geográfica — es ideológica.
El lenguaje está siendo remodelado sistemáticamente. Durante años, las sociedades de habla inglesa han sido presionadas para adoptar terminología de género neutro o “inclusiva”. Las guías de estilo, las corporaciones, las universidades y los medios de comunicación aplican cada vez más reglas estrictas sobre pronombres, títulos y descripciones. Las mismas transformaciones están ocurriendo en francés, español, sueco, árabe, hebreo y otros idiomas.
Este cambio diseñado no se trata meramente de cortesía. Se trata de disolver distinciones. En un mundo que busca la “unidad”, cualquier forma de identidad — nacional, religiosa o incluso biológica — se convierte en un obstáculo para la visión global emergente.
La confusión de identidad genera dependencia. Una población insegura de quién es se vuelve más vulnerable a las promesas de alguien que afirma ofrecer claridad, estabilidad y dirección.
- El clima perfecto para un líder global
Combina estos movimientos:
Crisis fronterizas que remodelan naciones
Gobiernos que endurecen o aflojan fronteras en reacción a presiones globales
Conformidad ideológica radical empujada a través del lenguaje y la cultura
Relativismo religioso que declara que todos los caminos son iguales
Miles de millones anhelando liderazgo, protección y estabilidad
Lo que emerge es el mismo ambiente del que advierte la Escritura — un mundo preparado para una autoridad global carismática que promete unidad y soluciones.
El movimiento hacia coexistencia a toda costa…
La redefinición de fronteras…
La eliminación de identidad…
La mezcla de religiones…
El hambre global por seguridad…
No son fenómenos aislados. Son fuerzas convergentes que apuntan hacia un horizonte profético.
La respuesta cristiana: Mantenerse firmes en la verdad
Los cristianos deben responder con claridad y convicción.
Debemos mostrar compasión a los desplazados, los heridos y los que buscan seguridad. Pero no podemos afirmar la mentira de que todas las religiones llevan a Dios. No podemos ceder la verdad bíblica a la presión cultural. No podemos intercambiar la exclusividad de Cristo por la paz falsa de la unidad global.
El mundo avanza rápidamente hacia un sistema que promete armonía — pero que finalmente demandará lealtad. Este no es un tiempo para el miedo. Es un tiempo para la fe. Un tiempo para proclamar el evangelio con valentía. Un tiempo para mantenerse firme en la Palabra inmutable de Dios.
Los reinos de este mundo están cambiando, fusionándose y preparándose para lo que viene.
Pero el Reino de Dios permanece inconmovible.






